Si alguien te dice que siempre lo ha tenido todo muy claro, miente descaradamente. Todos queremos tener claridad de pensamiento para tomar las decisiones correctas en todo momento, ¿cómo puedes lograrlo?
La verdad es que nos entra mucha información continuamente: cosas que vemos, cosas que escuchamos, cosas que pasan, comemos, respiramos, notamos una temperatura, nos cansamos, opinamos, deseamos, queremos, … Pensar en la cantidad de información que cada día gestionamos me marea.
Después están las mil y una normas sociales y las bien intencionadas sobre cómo deben ser las cosas y qué tienes que hacer para que todo vaya bien. Pero si resulta imposible cumplir todas! Y lo mejor es que nadie sabe quién las ha dictado.
La mayoría de la gente se pasa la vida aprisionada en sus propios pensamientos y no va nunca más allá de un sentido de identidad estrecho fabricado por la mente y condicionado por el pasado.
Me temo que no hay una fórmula mágica para salir adelante, una «abracadabra» que la pronuncies y pases a ser una persona libre, pero, en cambio, puede haber varias maneras de ir en otra dirección.
Si puedes reconocer, aunque sea de vez en cuando, que los pensamientos que pasan por tu mente son simples pensamientos y puedes ser testigo de tus hábitos mentales y emocionales cuando se producen, entonces está emergiendo en ti la conciencia en la que pasan los pensamientos y las emociones, un espacio interno intemporal donde se despliegan los contenidos de tu vida.
La corriente de los pensamientos tiene una inercia enorme que te puede arrastrar fácilmente. Cada pensamiento quiere tener una gran importancia y quiere captar toda tu atención. La mente humana, en su deseo de conocer, entender y controlar, se queda atrapada en prisiones conceptuales y confunde sus opiniones y puntos de vista con la verdad.
La mente pensante es una herramienta útil y poderosa, pero también muy limitante si se hace dueña de tu vida. Tu manera de interpretar tu vida o la conducta de una persona o situación sólo es un punto de vista de las muchas perspectivas posibles. El pensamiento fragmenta la realidad para poder entender, es su manera de funcionar y no ve la globalidad, ni todas las relaciones, probablemente porque esto es infinito y escapa de sus posibilidades.
¿Como surge, pues, el conocimiento profundo? La sabiduría no es un producto del pensamiento.
¿Recuerdas haber estado en silencio y mirar un árbol, una flor, una planta, una estrella y haber estado en contacto con la quietud, el misterio, y haber entrado en un estado sin tiempo, un estado de no saber? Todos, alguna vez más o menos lejana, lo hemos hecho.
Siéntete cómodo en el estado de «no saber». Este estado te lleva más allá de la mente, porque la mente siempre está intentando concluir e interpretar. Tiene miedo de no saber. Por eso, cuando puedes sentirte cómodo en el «no saber», ya has ido más allá de la mente. De este estado surge un conocimiento más profundo que es no-conceptual.
Creación artística, deporte, danza, enseñanza, terapia: la maestría en cualquier disciplina implica que la mente pensante o bien ya no participa, o se ha quedado en un discurso en segundo plano. Un poder y una inteligencia mayores que tú, aunque en esencia son uno contigo, toman el mando. Ya no hay proceso de toma de decisiones: la decisión justa surge espontáneamente, y «tú» no lo estás haciendo. La maestría de la vida es el opuesto del control. Te alineas con la conciencia mayor. Ella actúa, habla y hace los trabajos.
Para la mente, todo esto no es significativo, porque tiene cosas más importantes en las que pensar. Además, no es memorable, y por eso te ha pasado desapercibido.
Lo cierto es que es lo más significativo que puede pasarte. Es el principio de un cambio desde el pensamiento hacia la presencia consciente.
La Verdad es mucho más omniabarcante de lo que la mente podrá comprender nunca.